En ella, les anima “a afrontar esta situación con espíritu de fe y de esperanza”. Les pide hacer memoria de su vida pasada, a convencerse de que “Dios no os abandona” y a ser “agradecidos con las personas que os atienden y facilitad todo lo que podáis su trabajo”, al mismo tiempo que les muestra su “cercanía espiritual, oración” y les anima a “poner lo mejor de nosotros mismos para ayudar a superar juntos esta situación de emergencia sanitaria”.
Al final de la carta les invita a caminar “en la esperanza en estos tiempos difíciles”.
Contenido de la Carta
Queridos fieles:
Deseo dirigirme hoy, con tanto afecto y cercanía, a los ancianos
de nuestra archidiócesis. Siento el deseo de ponerme en contacto con
vosotros, en estas circunstancias tan especiales por las que estamos
pasando a causa del Covid 19. Para todos están siendo tiempos difíciles,
pero para vosotros especialmente difíciles. Deseo animaros a afrontar
esta situación con espíritu de fe y de esperanza. No es fácil, pero Dios
es Padre y su Providencia no nos abandona nunca; es más, todo lo que
nos pasa es para nuestro bien, si Le amamos y estamos unidos a Él (cf.
Rom 8,29).
Os animo a hacer memoria de vuestra vida pasada. Si
repasamos los acontecimientos de nuestra vida con ojos de fe, ¿verdad
que descubrimos en tantos y tantos momentos, en episodios y personas, su
mano providente y amorosa, que nos ha guiado y sostenido? Incluso en
los momentos de dificultad grave y de sufrimiento, Nuestro Señor
Jesucristo ha estado ahí sosteniéndonos para que pudiéramos salir
adelante. Estad convencidos de que Dios no os abandona, pero abandonaos
vosotros en sus manos misericordiosas como hijas e hijos pequeños que
tienen una confianza ilimitada en sus padres.
¡Podéis hacer tanto
bien en esta etapa de vuestra vida! ¡Podéis todavía ser útiles, servir,
hacer felices a los demás! Tanta experiencia acumulada, tanto acopio de
sabiduría, que puede ayudar a muchos a afrontar la vida con confianza!
Si
estáis viviendo en residencias o en vuestras casas, sed agradecidos con
las personas que os atienden y facilitad todo lo que podáis su trabajo.
Ellos también están pasando probablemente por momentos de nerviosismo y
de acumulación de trabajo, que no es fácil gestionar. ¡Sed pacientes y
amables!
Deseo manifestaros mi cercanía espiritual, mi oración por
vosotros, mi comprensión cada vez más profunda por la ancianidad. A
pesar de las sombras densas que nos rodean estamos asistiendo a muchos
gestos de generosidad, vemos que muchas personas dan lo mejor de sí
mismas en servicio a sus semejantes. Su ejemplo nos hace reaccionar para
salir de nuestra comodidad y egoísmo y, en la medida de lo posible,
ponernos también nosotros al servicio de nuestros hermanos y hermanas.
Si
algo nos está enseñando esta pandemia es lo absurdo de ser egoístas, de
pensar solo en nosotros mismos creyendo que, aunque todos los demás se
pierdan, yo puedo salvarme. ¡Qué absurdo! No es así. Todos debemos poner
lo mejor de nosotros mismos para ayudar a superar juntos esta situación
de emergencia sanitaria.
Os invito a la esperanza, que está enraizada profundamente en nuestro ser humano y que Jesús, nuestro Salvador, continuamente alimenta dentro de nosotros. Esperanza en Dios nuestro Padre, esperanza en nuestros familiares, esposos, esposas, hijas, hijos, nietos, familiares, amigos; esperanza en nuestros semejantes, que nos cuidan (médicos, enfermeras, enfermeros, empleados); esperanza también en quienes nos gobiernan y deben promulgar normas no fáciles de aceptar, porque complican nuestra vida. Queridos ancianos, ¡caminemos en la esperanza en estos tiempos difíciles.
Celso Morga Iruzubieta
Arzobispo de Mérida-Badajoz