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miércoles, 6 de mayo de 2020

Mensaje de la CEE para la Pascua del Enfermo

Acompañar en la Soledad
Venid a mí todos los que esis cansados y agobiados,
y yo os aliviaré (Mt 11,28)
 
Mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal 
para la Pastoral Social y Promoción Humana
Departamento de Pastoral de la Salud
Pascua del Enfermo, 17 de mayo de 2020

La Campaña del Enfermo de este año está enmarcada en una pandemia que está siendo fuente de un gran sufrimiento. En un momento tan doloroso como el que estamos viviendo por el COVID-19, esta invitación de Cristo de acudir a él en busca de esperanza, de consuelo y alivio, resuena con más fuerza para que profundicemos en el misterio de su persona y participemos de su Pascua, de su muerte y resurrección. De este modo, podremos acompañar a cuantos sufren por esta pandemia con la esperanza que procede de Cristo resucitado.
1. Estas palabras de Cristo, como recuerda el papa Francisco, en su Mensaje con ocasión de la Jornada del enfermo, nos indican el camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a quienes están cansados y fatigados. Estas palabras expresan la solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre. ¡Cuántas personas padecen en el cuerpo y en el espíritu! Jesús dice a todos que acudan a Él, «venid a mí», y les promete alivio y consuelo”.
2. “El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor () El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar (Papa Francisco, Homilía en la Bendición Urbi et orbi especial, 27/03/2020)
3. Estas palabras suponen un impulso a salir de nosotros mismos para acompañar a tantos como están sufriendo las consecuencias de esta pandemia. Tanto a los enfermos como a cuantos nos cuidan en estos momentos de especial dificultad. Nos impulsan a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita.
4. Hemos de hacer memoria de nuestra esperanza para darla al mundo, especialmente a los que sufren. “Se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino ( Benedicto XVI, Enc. Spes salvi, 1).
5. El Papa Francisco nos hacía caer en la cuenta que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos (Homilía en la Bendición Urbi et orbi especial, 27/03/2020). En estos días hemos sido testigos de la necesidad que tenemos todos de ser cuidados, de la mutua dependencia, de la necesidad de ser acompañados y consolados. En el camino nos hemos encontrado con muchos “buenos samaritanos”, pero no podemos bajar la guardia pensando que el problema ya está solucionado. Hemos de mantenernos en ese impulso que, de manera sutil y secreta, el Espíritu Santo suscita en tantos corazones. La transmisión del virus, además de la enfermedad y la muerte de tantas personas conocidas y queridas, nos trae también nuevas situaciones de pobreza como consecuencia de la pérdida de muchos puestos de trabajo. Tocará acompañar otra soledad, no menos dolorosa.
6. Pero la resurrección de Cristo nos permite mirar ese futuro difícil con esperanza. “No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su nombre en toda la tierra” (Benedicto XVI, Vigila Cuatro Vientos, JMJ Madrid, 20-VIII-2011).
7. Los sacerdotes, diáconos, persones idóneas, agentes y equipos parroquiales de la pastoral de la salud, contribuís con vuestra misión a que el Señor contie acogiendo y aliviando a todos los enfermos, cansados y agobiados. Gracias a todos por vuestro generoso servicio y que el Señor Jesús os fortalezca y sea vuestro sustento para seguir el camino.
 Con nuestro afecto fraternal y nuestra bendición.
 Los obispos de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana.