paginas

domingo, 5 de abril de 2020

Los capellanes de los hospitales mantenemos nuestra presencia y disponibilidad

José Manuel Álvarez Maqueda
Revista Iglesia en camino nº 1238

José Manuel con un enfermo en el hospital
Compartimos la entrevista publicada en nuestra revista semanal diocesana “Iglesia en camino” realizada a D. José Manuel Álvarez Maqueda, capellán del hospital Perpetuo Socorro de Badajoz y Delegado episcopal para la Pastoral de la Salud, donde nos explica como están viviendo los capellanes de los hospitales esta crisis del coronavirus, y cómo siguen manteniendo su presencia y disponibilidad tanto para los enfermos como para el personal sanitario que lo precise:


¿Cómo están trabajando los capellanes hospitalarios durante estos días?

Salvando las peculiaridades personales de cada capellán, durante estos días mantenemos nuestra presencia y disponibilidad para responder a la llamada del sanitario o del enfermo, en cualquier momento que se produzca. 

 Procuramos prestar atención a todos los enfermos que nos lo manifiesten. Además, el hospital acoge también a enfermos con covid-19, y estos disponen de una atención muy especial por las características de la enfermedad y por la facilidad de contagio. De modo que nos obliga a todos a guardar unas necesarias precauciones, no por discriminación, sino por respeto a todos. Pero estamos convencidos de que a nadie le debe faltar la atención y la acogida que necesite. 


¿Qué medidas de precaución toman?

El hospital marca las medidas de precaución para sanitarios y personal que se relaciona con los enfermos. En este momento llevamos bata, mascarilla, guantes, y se nos recomienda el lavado frecuente de manos, así como el asiduo uso de los desinfectantes. Estas medidas, unidas al mantenimiento de una distancia prudente en cualquiera de los espacios hospitalarios donde nos encontremos, producen una sensación de distanciamiento entre las personas que forman parte de la comunidad hospitalaria. Y, ciertamente, vivimos momentos en que el respeto mutuo nos impone una cierta distancia para comunicarnos. Se pretende controlar al covid-19, mientras no conozcamos dónde se encuentra y cómo podemos protegernos mejor. Pero, a veces, es difícil mantener esta compostura, porque los enfermos mayores y en estado de debilidad, tienden al saludo, la acogida y el afecto compartido. No obstante, nos conviene en este momento vivir la cercanía desde la distancia, y se puede lograr.


¿Pueden atender sin cortapisas a los enfermos?

Podemos atender a los enfermos respetando las limitaciones que impone su enfermedad y las indicaciones del personal sanitario. Hay enfermos que necesitan un aislamiento porque están débiles y podemos dañarlos o también porque su enfermedad puede contagiarnos a los que les visitamos. Cada enfermo puede ser visitado, pero respetando el estado de su salud. Y finalmente los enfermos que están afectados por algún germen muy contagioso, como puede ser el caso del covid-19, normalmente no pueden ser visitados salvo los sanitarios que están dedicados a sus cuidados. 

Estos tienen un aislamiento total y no pueden ser visitados ni por sus familiares. Por eso estamos al lado de quienes defienden que, en estos casos, bien se podría conseguir algún recurso electrónico para que, al menos, a través de videollamadas, estos enfermos puedan conectar con sus familiares más cercanos, mientras quede tiempo para facilitar el encuentro humano.


¿Cuál es el estado de ánimo de todo el personal sanitario?

El Estado de Alarma decretado en nuestro país también ha afectado a los sanitarios en su confinamiento domiciliario. Pero además acuden a su trabajo diariamente en el hospital, se ponen su indumentaria y saben que están allí para prestar un servicio a los enfermos que les correspondan. Por tanto, no les falta entereza, disponibilidad, entrega y profesionalidad, pero también tienen respeto a los pacientes con sus enfermedades. Ellos están más cerca del covid-19 y se les nota preocupación. Algunos de sus compañeros han sido infectados y otros han sido puestos en cuarentena domiciliaria. Y tienen familias…


¿Qué perspectivas de futuro se barajan?

A día de hoy, las expectativas de futuro dependen mucho de encontrar una vacuna o un tratamiento seguro y eficaz. Pero más allá de encontrar soluciones adecuadas, esta pandemia ha generado también un movimiento de solidaridad, desde empresas que reprograman sus máquinas para producir recursos sanitarios, hasta redes de personas que espontáneamente se han organizado para echar una mano en lo necesario. Este movimiento de solidaridades nos invita a superar incluso esa tendencia obligada a ver en el otro una amenaza infecciosa de la que hay que distanciarse y un enemigo del que protegerse. 

Una religiosa del equipo de pastoral de la Salud
Por tanto, una lección importante que nos deja esta crisis sanitaria es la paradójica necesidad de reconocer, que aun en medio de la necesidad de protegernos, estamos encomendados los unos a los otros. Quizá nunca se nos había manifestado con tanta fuerza la necesidad de cuidarnos unos a otros en nuestra convivencia humana. Ya tenemos signos evidentes de este cambio hacia las acciones responsables y los comportamientos solidarios. Lo vemos con especial claridad en la dedicación que están realizando los trabajadores de la sanidad, que se implican generosamente, en ocasiones arriesgando su salud y sus vidas, para aliviar el sufrimiento de los más enfermos. Lo que significa que el trabajo se realiza por valores que trascienden la necesidad de una remuneración justa. 

Junto a estos trabajadores para la salud de los otros, encontramos también a muchos hombres y mujeres que están invirtiendo su tiempo y energías en favor de los que en este momento lo necesitan más. Para un creyente, toda esta gama de implicaciones en la solidaridad, no es más que la expresión generosa de un Dios que no se esconde en el momento de las necesidades de la humanidad. Se abre camino también desde la incertidumbre humana de un futuro incierto, pero deseablemente esperanzador.


Fuente: Iglesia en camino nº 1238
               Semanario de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Entrevista: Juan José Monte