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martes, 3 de julio de 2018

La red de voluntarios de "Red Humanizar" del Infanta Cristina se extiende a psiquiatría

La iniciativa surgió por un grupo de trabajadores 
del centro para mejorar la estancia de los enfermos 
que pasan los días solos  

Antonio Cerro lleva nueve años de capellán del Infanta y Roberto Bajo más de una década de anestesista en el mismo hospital. En su día a día, se percataron que cada vez más pacientes pasan solos su estancia hospitalaria. Y decidieron actuar.


Formaron un grupo de voluntarios con el también sacerdote Javier Aguas, el celador Antonio Cabanillas y las trabajadoras sociales Concepción Viñuelas y María José Corvo. Pusieron en marcha la Red Humanizar. Tan sencillo como buscar a gente dispuesta a acompañar a los enfermos.

Entre los reclutados, Lourdes González, celadora con mucha experiencia en el Infanta. Recomienda la experiencia. «Me voy con mucha paz a casa». 


Hacen faltan más acompañantes, sobre todo ahora en verano porque llegan las vacaciones 

 El capellán Cerro no esconde que se trata de un voluntariado muy exigente. Tan importante es la discreción como la empatía. Cuando empezaron hace algo más de año y medio se interesaron muchos jóvenes, pero la disponibilidad les ha ido alejando del proyecto. Ahora, la mayoría son jubilados o prejubilados que conocieron la iniciativa a través de las redes sociales y han continuado sumando visitas.

Más de medio centenar de acompañantes forman el grueso de Humanizar en estos momentos. Haría falta más, sobre todo de cara al verano. Llegan vacaciones y la atención en el hospital no varía. Las necesidades son las mimas, incluso van a más, porque Psiquiatría les ha pedido también colaboración. En un principio, los pacientes psiquiátricos no entraban en el perfil, pero basta que lo hayan sugerido los propios facultativos para dar el paso. «Nos han dicho que en algunos casos les vendría bien dar un paseo por el entorno del edificio por la tarde o tener contacto con gente que no sea su familia».
 
Siempre, explica el sacerdote, siguiendo el criterio médico. Algunos necesitan hablar, otros escuchar y en algunos casos, basta con permanecer a su lado en silencio y cogerles de la mano. Se organizan por turnos y disponibilidad horaria.

Los enfermeros avisan cuando detectan enfermos solos en su planta y los trabajadores sociales evalúan cada caso antes de ponerles en contacto con los voluntarios. Pasos sencillos, pero siempre necesarios. Puede haber gente que está sola y que tampoco quiere compañía, avisan.

También tienen en cuenta que usuario y voluntario no repitan. Hay que promover la rotación para evitar una dependencia mutua. Es fácil empatizar con una persona enferma, explica Cerro, y la relación debe ser de compañía y afecto, no de dependencia.

Como médico, Roberto no es ajeno a la realidad social que entra en el hospital. Población muy mayor, con el cónyuge enfermo o ya fallecido. Hijos, sobrinos o nietos con trabajos precarios que no pueden perder muchos días o emigrantes que volvieron solos a Extremadura. Los pacientes sin nadie en la habitación son cada vez más habituales. El Infanta es un centro de referencia regional en muchas especialidades. Familias del sur de Badajoz o del norte de Cáceres pueden pasarse allí semanas. Y en un hospital, todos los días no son iguales. Decaes o te animas según la evolución.

En este contexto social y en un centro de estas características, explica el doctor Roberto Bajo, el papel del voluntario acompañante puede resultar muy útil.

La trabajadora social Concepción Viñuela destaca, sobre todo, la preparación de los interesados. Gente muy concienciada, insiste, que se preocupan incluso de formarse para hacerlo mejor. Mensualmente organizan talleres de comunicación o de lenguaje no verbal. Los voluntarios entran la vida íntima del paciente en un momento complicado y ante circunstancias familiares muy dispares. Por eso Antonio Cerro siempre les hace la misma recomendación. «Nosotros nos juzgamos ni preguntamos, solo acompañamos». Lourdes González confirma esta idea. «Ayudamos sin más». Con el tiempo, se ha dado cuenta de que también le beneficia. «Suena a tópico y a frase hecha, pero reconforta».