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Intervención del cardenal Luis F. Ladaria Ferrer, S.I
1) Durante la Sesión Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el año 2018, en relación con las cuestiones relativas al acompañamiento de los enfermos en las fases críticas y terminales de la vida, los Padres del Dicasterio sugirieron la oportunidad de un documento que tratara el tema, no sólo de manera doctrinalmente correcta, sino también con un fuerte acento pastoral y un lenguaje comprensible, en consonancia con el progreso de las ciencias médicas. Era necesario profundizar, en particular, en los temas del acompañamiento y la atención a los enfermos desde el punto de vista teológico, antropológico y médico-hospitalario, centrándose también en algunas cuestiones éticas relevantes, relacionadas con la proporcionalidad de las terapias y con la objeción de conciencia y el acompañamiento pastoral de los enfermos terminales.
2) A la luz de estas consideraciones, tras varias fases preliminares de estudio en las que varios expertos ofrecieron su cualificada contribución redaccional, se elaboró un primer borrador del Documento. El texto, junto con la figura del Buen Samaritano, ofrece una breve referencia a la del Cristo sufriente, testigo partícipe del dolor físico, de la experiencia de la precariedad e incluso de la desolación humana, que en Él se convierte en un confiado abandono al amor del Padre. Esa entrega confiada de sí mismo al Padre, en el horizonte de la Resurrección, otorga un valor redentor al sufrimiento y deja entrever, más allá de la oscuridad de la muerte, la luz del más allá. A la perspectiva de quienes cuidan de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, se ha asociado oportunamente en el texto una perspectiva de esperanza por el sufrimiento que experimentan quienes están confiados al amoroso cuidado de los trabajadores de la salud.
3) Todo enfermo, en efecto "tiene necesidad no solo de ser escuchado, sino de comprender que el propio interlocutor “sabe” que significa sentirse solo, abandonado, angustiado frente a la perspectiva de la muerte, al dolor de la carne, al sufrimiento que surge cuando la mirada de la sociedad mide su valor en términos de calidad de vida y lo hace sentir una carga para los proyectos de otras personas." (pág. 9). Por esta razón, "aunque son muy importantes y están cargados de valor, los cuidados paliativos no bastan si no existe alguien que “está” junto al enfermo y le da testimonio de su valor único e irrepetible.". [...] y es importante, en una época histórica en la que se exalta la autonomía y se celebran los fastos del individuo, recordar que si bien es verdad que cada uno vive el propio sufrimiento, el propio dolor y la propia muerte, estas vivencias están siempre cargadas de la mirada y de la presencia de los otros. Alrededor de la Cruz están también los funcionarios del Estado romano, están los curiosos, están los distraídos, están los indiferentes y los resentidos; están bajo la Cruz, pero no “están” con el Crucificado.
En las unidades de cuidados intensivos, en las casas de cuidado para los enfermos crónicos, se puede estar presente como funcionario o como personas que “están” con el enfermo (pág. 11).
4) El documento, presentado a la atención del Santo Padre y aprobado por él el 25 de junio de 2020, lleva el título de Samaritanus bonus. Se han elegido el género literario de la Carta y la fecha del 14 de julio de 2020, memoria litúrgica de San Camilo de Lellis (1550-1614). En el siglo XVI, época en la que vivió nuestro santo, los incurables se entregaban por lo general a mercenarios; algunos de ellos, delincuentes, estaban obligados a realizar ese trabajo por la fuerza; otros se resignaban a esta tarea, porque no tenían otra posibilidad de ganar dinero. Camilo quería "hombres nuevos para una nueva asistencia". Y tenía una idea fija: reemplazar a los mercenarios con gente dispuesta a estar con los enfermos sólo por amor. Quería tener con él gente que "no por merced, sino voluntariamente y por amor a Dios, les sirviera con ese amor de las madres para sus hijos enfermos".
5) Aunque la enseñanza de la Iglesia sobre el tema es clara y está contenida en conocidos documentos del Magisterio - en particular la Carta Encíclica Evangelium vitae de San Juan Pablo II (25 de marzo de 1995), la Declaración Iura et bona de la Congregación para la Doctrina de la Fe (5 de mayo de 1980), la Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (2016) del entonces Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, además de los numerosos discursos e intervenciones de los últimos Sumos Pontífices-, parecía oportuno y necesario un nuevo pronunciamiento orgánico de la Santa Sede sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida en relación con la situación actual, caracterizada por un contexto legislativo civil internacional cada vez más permisivo a propósito de la eutanasia, del suicidio asistido y de las disposiciones sobre el final de la vida. por la necesidad de un nuevo y más eficaz enfoque.
6) A este respecto, un caso muy especial en el que es necesario reafirmar la enseñanza de la Iglesia es el acompañamiento pastoral de quien ha pedido expresamente la eutanasia o el suicidio asistido. Para poder recibir la absolución en el sacramento de la Penitencia, así como la Unción de los Enfermos y el Viático, es necesario que la persona, eventualmente inscrita en una asociación prevista para garantizarle la eutanasia o el suicidio asistido, muestre la intención de renunciar a esta decisión y cancelar su inscripción en ese ente. No es admisible por parte de quienes asisten espiritualmente a estos enfermos ningún gesto exterior que pueda interpretarse como una aprobación, incluso implícita, de la acción de eutanasia, como, por ejemplo, estar presente en el momento de su realización. Esto, junto con el ofrecimiento de ayuda y la escucha siempre posible, siempre concedida, siempre por perseguir, junto con una explicación exhaustiva del contenido del sacramento, con el fin de dar a la persona, hasta el último momento, los instrumentos para poder recibirlo con total libertad (cf. punto V,11, pp. 41-42).
7) Como bien se dice en el primer párrafo del Documento, titulado "Hacerse cargo del prójimo", "el cuidado de la vida es, por tanto, la primera responsabilidad que el médico experimenta en el encuentro con el enfermo." Esta no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería (el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo), psicológico y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo. La medicina, de hecho, que se sirve de muchas ciencias, posee también una importante dimensión de “arte terapéutica” que implica una relación estrecha entre el paciente, los agentes sanitarios, familiares y miembros de las varias comunidades de pertenencia del enfermo: arte terapéutica, actos clínicos y cuidado están inseparablemente unidos en la práctica médica, sobre todo en las fases críticas y terminales de la vida." (pág. 6).
8) El testimonio cristiano muestra cómo la esperanza es siempre posible, incluso cuando la vida está envuelta y lastrada por la "cultura del descarte". Y todos estamos llamados a ofrecer nuestra contribución específica, porque - como dijo el Papa Francisco (dirigiéndose a los líderes de las Órdenes Médicas de España y América Latina, el 9 de junio de 2016) - están en juego la dignidad de la vida humana y la dignidad de la vocación médica. Gracias.