Ante la aprobación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia, por el Congreso de los Diputados, la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Mérida-Badajoz, se une a la posición expresada públicamente por la Conferencia Episcopal Española.
El delicado momento de pandemia que estamos viviendo, desde hace ya meses, está evidenciando la fragilidad de nuestra vida y la necesidad de los cuidados, así como la atención especial a las personas más vulnerables, por enfermedad o por ancianidad.
La situación actual de sufrimiento de tantas personas, hace todavía más incomprensible la aparición de esta Ley de muerte provocada. Esto explica que nuestros Obispos hagan una apuesta urgente por la promoción de los cuidados paliativos y por el acompañamiento integral a los enfermos y a sus familias. En Extremadura, los equipos de Cuidados Paliativos están suponiendo un servicio muy eficaz para aquellos pacientes con enfermedad avanzada en el seguimiento de sus necesidades. La Iglesia Católica ha entendido que la función de los Cuidados Paliativos es muy positiva en el acompañamiento al enfermo y a su familia. Y no ha sido solamente la Conferencia Episcopal, también otras instituciones como el Comité de Bioética de España, se ha referido a estos Cuidados, en este mismo contexto, como los cuidados que persiguen el mayor bienestar posible para el enfermo y su familia, procurando evitar el dolor y tratando de paliar el sufrimiento insoportable. De aquí que, frente a la muerte provocada como pretendida solución, dicen nuestros obispos, “es preciso invertir en los cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Ésta es la verdadera compasión.”
Ahora bien, cuando falta una regulación adecuada de la aplicación de los Cuidados Paliativos se generan situaciones de desigualdad social, porque muchas personas mueren sin poder recibir esos cuidados. Ciertamente, cuando constituyen un derecho asistencial para todos los ciudadanos que los puedan necesitar, actualmente en nuestro país “muchos pacientes no pueden beneficiarse de ellos y mueren en peores condiciones de las humanamente aceptables y deseables.”
Por esto, nuestros obispos recuperan unas palabras del Papa Francisco para expresar con toda claridad, que la eutanasia y el suicidio asistido no son la solución al sufrimiento de las personas: “La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza.”
Para finalizar, nos unimos a la petición que hacen los obispos a quienes tienen la responsabilidad en la toma de estas graves decisiones: “que actúen en conciencia, según verdad y justicia.”