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jueves, 6 de diciembre de 2018

El gozo de vivir el voluntariado como vocación

En el marco de la Jornada Mundial del Voluntariado, nos acercamos a esta realidad desde una óptica cristiana, que llama a vivir gozosamente la generosa labor del voluntario como vocación.

Son muchos los mensajes que nos llegan sobre una realidad tan viva y socialmente relevante como es el voluntariado, que da vida y consistencia a muchas instituciones eclesiales y a buena parte de las organizaciones sociales no gubernamentales, analizando la realidad del voluntariado desde muy diferentes ópticas, como su extracción y configuración social, sus motivaciones, su labor social, su formación, su situación y tendencias en la acción social.


Pero hoy queremos acercarnos a la realidad del voluntariado desde otra óptica y reflexionar sobre él desde otra dimensión: queremos contemplarlo como vocación. Es una óptica que nos lleva a lo nuclear, a la mística más honda de un voluntariado vivido desde la fe, como es y debe ser el voluntariado cristiano. A partir de ahí, se nos abre una manera especialmente gozosa de vivir el voluntariado con el horizonte dinamizador que aporta la fe a la tarea generosa que realizan tantos voluntarios y voluntarias.


El voluntariado es vocación

Fraternidad + Compromiso = Voluntariado. El texto es sugerente. Pero si la formulamos en sentido inverso, y nos preguntamos qué hay detrás de un voluntariado vivido como compromiso que nace de la fraternidad, podemos decir que lo que da razón de ser a un voluntariado así se llama vocación. Un voluntariado así es vocación. ¿Pero qué queremos decir cuando hablamos del voluntariado como vocación?



En el origen está la llamada

Lo primero que queremos significar es que, para nosotros, cristianos, el voluntariado no es un entretenimiento, ni una manera de ocupar el tiempo libre, ni solo una forma de sentirnos útiles y hacer algo por los demás.

En un reciente Encuentro del Voluntariado de Cáritas de Teruel, los voluntarios manifestaron como uno de sus sueños más profundos el “crecimiento personal en el ser, el hacer, la mística y la espiritualidad”. Y a la pregunta sobre la motivación para vivir la fraternidad en el ejercicio de la caridad, se responde que esta motivación nace del “compromiso de mi ser cristiano”, “de la llamada de Cristo y del compromiso del bautismo”.

En estas respuestas queda clara la motivación del voluntario cristiano. Nos hemos puesto en marcha hacia el mundo de los pobres y hemos puesto nuestra vida a su servicio, no por ocupar el tiempo y buscar un entretenimiento, sino porque nos hemos sentido llamados a este servicio desde nuestra identidad y compromiso cristiano.


Una llamada que ha encontrado respuesta: “Aquí estoy, envíame”.

Hablar de vocación es hablar de llamada y también de respuesta. Es reconocer que has tenido ojos despiertos para ver y oídos abiertos para escuchar. Es experimentar el gozo de haber tenido y tener sensibilidad interior para conmoverte y un corazón generoso para responder.

La historia personal de esta vocación podrá ser muy diversa. Puede ser que Dios lo haya hecho de manera impactante, como al Buen Samaritano, a través de un rostro apaleado y humillado que gritaba a tu conciencia. Puede ser que lo haya hecho de manera suave, entre la brisa, como le habló a Elías, por medio de una experiencia que te ha sacado de tu cueva, y te ha hecho sentir tan amado, tan sostenido, tan agraciado que has caído en la cuenta de que no podías huir, pues también tu vida podía ser para los pobres, los enfermos… un regalo, un signo de ese amor de Dios con que te sientes amado.

Puede ser que simplemente alguien, un día, te haya hablado de su experiencia, como hizo Andrés a Pedro, te haya contado su servicio, lo que en él ha encontrado y te haya invitado con toda sencillez: ¿por qué no vienes, conoces y participas?

Los caminos por los que Dios te ha hecho llegar su llamada han podido ser muchos, pero lo cierto es que quien lee su vida a la luz de la fe, sabe que detrás de cada acontecimiento, y especialmente detrás de cada pobre, está un Dios que sale a su encuentro, le habla y le llama.


Gozos del voluntariado como vocación

Cuando se entiende y vive el voluntariado como vocación, encontramos en él muchos motivos de gozo y satisfacción. Es cierto que actuamos movidos por la radicalidad y la gratuidad del amor, sin esperar recompensas. No nos buscamos a nosotros mismos. Lo que nos interesa es el bien y el desarrollo del hermano en su necesidad, pero eso no significa que no tengamos gozos en nuestro voluntariado. Los hay, y muchos. Quiero apuntar algunos de los más hondos, de esos que nacen de la entraña de nuestra vocación.

    El gozo de la llamada a ser y hacer felices.
    El gozo de descubrir en el hermano que sufre el rostro del Señor.
    El gozo de sentirme enviado en el seno de una comunidad.
    El gozo de abrir cauces a la esperanza.
    El gozo de evangelizar.

Autor:Vicente Altaba Gallardo
Tomado de Vida Nueva Digital