Serafín Romero, presidente de la
Organización Médica Colegial, que acogió el acto, se pronunció en muy
duros términos contra la legalización de la eutanasia, a la que calificó
de una práctica que va «totalmente en contra» de la labor del médico. Y
aseguró que, si una parte de la sociedad es partidaria de su
legalización, esto se debe a que España, a día de hoy, carece de un
servicio adecuado de servicios paliativos.
Marcos Gómez Sancho, coordinador del
Observatorio de Atención al Final de la Vida de la OMC, abundó en esta
línea calificando de «indecente» que se legisle sobre la eutanasia
cuando «hay 60.000 personas que mueren cada año con un sufrimiento
evitable con cuidados paliativos».
La aprobación de la eutanasia –añadió– nos
aboca a «la crisis más grave de la historia de la medicina milenaria,
una lacra horrorosa en la profesión», al convertir a los médicos en
gestores de la muerte. Por ello animó a frenar la aprobación de esta ley
«por todos los medios».
Posibles motivaciones económicas
«Esto es un chantaje moral a los más débiles
de la sociedad. Es una irresponsabilidad querer ahora legislar la
eutanasia cuando hay una insuficiente asistencia médica y académica en
los cuidados al final de la vida», apostilló el director de la Cátedra
de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza,
Rogelio Altisent.
El presidente de la Comisión Central de
Deontología de la OMC, Juan José Rodríguez Sendín, advirtió, por su
parte, de que el debate sobre la eutanasia suele centrarse en casos «muy
raros» que, si se generalizaran y tomaran como norma, perjudicarían a
la inmensa mayoría de los pacientes. «Nadie quiere morir si tiene unas
condiciones dignas para poder vivir», argumentó.
Rodríguez Sendín apuntó además a posibles
motivaciones económicas tras este debate, ya que «el 75 % del gasto
sanitario se lo llevan los últimos cinco años de vida de la gente».
Al mismo tiempo, sin embargo, «en las
últimas décadas se ha alargado la vida, los progresos de la medicina han
sido extraordinarios, pero también se ha alargado el tiempo de agonía
porque un buen número de las medidas que se adoptan solo consiguen
alargar penosamente la vida de los pacientes y, a veces, incrementar sus
padecimientos».
No al encarnizamiento terapéutico
Para Pablo Requena no basta con decir no a la eutanasia. Cada petición
de muerte es «una llamada, un signo de alarma de que hay algo que no se
está consiguiendo afrontar de un modo adecuado». Su libro, «Doctor, no
haga todo lo posible», es un alegato contra el encarnizamiento
terapéutico.
Ese encarnizamiento terapéutico, recordó el doctor Gómez Sancho, es una
mala praxis médica a la que se opone el artículo 36.2 del Código
Deontológico, que afirma que «el médico no deberá emprender o continuar
acciones diagnósticas o terapéuticas sin esperanza de beneficios para el
enfermo, inútiles u obstinadas». Además, el facultativo «ha de tener en
cuenta la voluntad explícita del paciente a rechazar dicho tratamiento
para prolongar su vida».
Uno de los mayores problemas al final de la vida es la ausencia de una
comunicación adecuada con el paciente porque «el médico tiene miedo a
hablar de la muerte y lo toma como un fracaso profesional», añadió Gómez
Sancho. Caso extremo son los litigios judiciales. «Si el juez tiene que
entrar a pronunciarse sobre una decisión clínica sobre la que el
facultativo y el paciente no han logrado ponerse de acuerdo es que algo
no se ha hecho bien».